LAS RE-PREGUNTAS

 

Mary describe a Pere

—¡Ay mi Pere! —soltó Mary con un suspiro.

Me hice cargo de él, cuando tenía 6 meses. Sus padres se acababan de divorciar.

A su madre, la ascendieron en el trabajo. Por lo que, se pasaba prácticamente el día fuera de casa. Así fue, como se me encomendó la delicada misión de “Educarlo”.

La verdad, es que es un niño adorable. Aunque, hay algún día que otro, que sin saber por qué, se levanta con el pie izquierdo, irritable y le pone pegas a todo. Pero por suerte, esos días, se pueden contar con los dedos de una mano.

Si fuera por él, la casa estaría patas arriba. Dado que el orden, no es una de sus virtudes precisamente.

Pero poco a poco y, con paciencia, le voy inculcando que cada cosa tiene su sitio. Últimamente ya lo va haciendo suyo.

Es nervioso y movidito. No para quieto. Está como un fideo, a pesar de que come como una lima.

Suerte que tenemos a Cronos, nuestro hermoso pastor alemán. Que es tan inquieto como él.

Así que, cuando los veo alterados, los suelto al jardín y, no paran de correr tras la pelota, hasta que caen rendidos. Pere acaba, con los pantalones más bajo de la cadera, la camisa retorcida, el pelo alborotado y evidentemente de aquí se va a la ducha, pues, no huele precisamente a rosas.

 

Mary observando a Pere

A veces “hay que ponerle las pilas”, ya que, se embelesa con cualquier mosca que pasa.

Si le pregunto que está pensando, la mayor parte de las veces, está inventando algo. Y aunque trata de explicármelo, o yo soy muy tonta, o él es un genio, porque sus inventos me suenan a ciencia ficción.

¡Tiene una imaginación desbordante! Se pasa ratos jugando con Ángel (su amigo imaginario). Es divertido observar los teje manejes que se trae con Él.

Está hecho de buena pasta, es muy sensible.

Enseguida se percata si alguien está triste y, entonces “corre a socorrerlo” como él dice, para contagiarle la alegría.

Al parecer, según comenta, su amigo Ángel, el imaginario, le enseña a curar la tristeza. Y creo que tiene algo de razón, pues, cuando yo he tenido problemas y me ha visto afligida, no sé cómo lo hace, pero se acerca a mí y, me contagia la alegría. Es cómo si tuviera “un Don”.

A veces, me hace partícipe de “su mundo”. Relatándome, los viajes que realizan a lo largo y ancho del Espacio, en su cama–cohete.

Míralo, está en el salón con Cronos y supongo que con Ángel, pues, está hablando sólo. Y, me da que, le ha preguntado algo, porque tiene los ojillos despiertos y la cabeza inclinada. Voy acercarme más a ver lo que dice.

Diálogo entre Pere y Ángel

—¿Y dices que todos los niños tenemos uno? —dijo Pere, con tono interrogante.

—Sí. No sólo los niños, sino también los adultos y algunos animales —le contestó Ángel con parsimonia.

—Pero, la gente no os conoce, no habla de vosotros. Pues ni Mary, ni mi mamá, ni mi amiga Pili, me hablan de su Amigo Brillante.

—Eso es, porque estáis viviendo en una época muy acelerada y, no os percatáis de lo que tenéis alrededor, ni de quién está a vuestro lado.

Pere empezó a dar paseos por el salón, con las manos en la espalda y, a Mary le encantaba observarlo.

—Pero si la gente va tan deprisa que no os ve, ni os oye ¿por qué seguís a su lado? —razonó Pere, sin que le cuadrara la respuesta.

—Es nuestro trabajo, como decís por aquí —sonrió Ángel al escuchar su razonamiento—. Cierto es, que los humanos andáis muy atropellados de aquí para allá y, se os escapa, lo que verdaderamente importa —Ángel sabía que, lo que acababa de decirle, le provocaría a Pere un montón de dudas y estaba seguro que, no pararía hasta obtener una respuesta convincente.

—No te entiendo ¿qué quieres decir? —preguntó Pere con los ojos abiertos de par en par, dado que lo que Ángel le decía, le sonaba a chino.

—Tranquilo, ya irás entendiendo, no quieras saberlo todo de golpe.

—Pero…

¿Dime? —se adelantó Ángel, sabía que insistiría, hasta obtener una respuesta que pudiera entender.

¿Cuál es tu trabajo?

—Mi trabajo, cómo el de mis compañeros, es ayudaros y facilitaros vuestra existencia

—¿Cómo? —preguntó Pere sin entender.

—Sí, la vida en la Tierra no es fácil.

—¿Por qué?

—A veces, porque os la complicáis. Otras, porque os suceden cosas muy duras que, os provocan un dolor emocional inenarrable. Otras, porque os empeñáis en haceros daño unos a otros. Otras…

—¿Eso hacen los adultos? —preguntó Pere extrañado.

—Sí. 

—Y vosotros, los Amigos Brillantes ¿cómo nos ayudáis?

—Siempre estamos a vuestro lado. Consolándoos, cuándo no existe sosiego aparente. Enseñándoos un camino alternativo, en el que, ambas partes salgan beneficiadas. Aconsejándoos…

—Pero ¿cómo es posible que hagáis estas cosas, si no nos enteramos? —Pere sin seguía en su línea.

Ángel se lo quedó mirando y, supo que, Pere no podía asimilar tantas cosas de golpe. Por lo que, decidió continuar la lección para otro momento.

—Vamos al jardín, que Cronos se está impacientando —dijo a sabiendas de que, el chiquillo estaba dándole vueltas a los misterios que le desvelaba.

Pere salió con ellos, pero su cabecita estaba enredada, con la conversación que no acababa de comprender.

Las Re-Preguntas

Mary les siguió con la mirada y, continuó con su soliloquio.

¡Como le gusta aprender a este chiquillo! Y, tiene la suerte de sorprenderse con todo.

A veces, dice que, tiene el cerebro lleno de preguntas. Y, no para, hasta que le resuelvo todas sus incógnitas de forma favorable.

Es curioso observarlo cuando está cavilando. Se abraza las manos a la espalda y da paseos por el salón; luego viene y con sus ojillos grandes y negros que a veces hablan por él y, me dispara la pregunta.

Cuando no le convence la respuesta, frunce los labios, vuelve a dar otra vuelta por el salón y, me hace una re-pregunta, o sea, otra pregunta de la anterior y, no para hasta haberlo comprendido todo.

Tiene la “Belleza de Ser Trasparente”.

Nunca va con dobleces, ni remilgos.

Suelta las cosas tal como se le vienen, sin reparar cómo se lo puede tomar el otro. Por eso, le repito muchas veces: “despacio, ve despacio”. No tomes decisiones precipitadas y, piensa que según se digan las cosas, por muy verdaderas que sean, el otro, se lo puede tomar a mal.

Y sí, esta fue una de las re-preguntas que, me hizo de forma insistente.

¿Cómo es posible que alguien se ofenda cuándo dices la verdad? me insistía el chiquillo.

Al final y después de mucha plática, quedó medio convencido, cuando le expliqué que, los adultos somos complicados y, que a veces, hay que dar un rodeo, para llegar al mismo fin.

¡Ah dijo cómo si hubiera entendido! Pero conociéndolo como lo conozco, un día de estos, me vuelve con una re–re-pregunta, de la re-pregunta de la pregunta inicial.